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Felo Bacallao: El Moonwalker Caribeño

Un inicio humilde, un talento incontenible

Cuando se habla de la historia de la música cubana, hay nombres que resplandecen por encima de cualquier escenario. Uno de ellos es, sin duda, Rafael “Felo” Bacallao, nacido en Cienfuegos en 1935. Aunque su nombre no siempre aparece en los grandes titulares, su huella es imborrable en el imaginario sonoro y visual de la isla.

Desde pequeño, Felo supo que la música era su verdadero destino. Empezó cantando en tríos de barrio y, a los 13 años, ya era profesional en el Trío Arizona. Su inquietud y pasión lo llevaron a La Habana, la capital donde todo artista sueña triunfar, y fue allí donde su vida cambió para siempre.

El salto a la fama: De Fajardo a la Orquesta Aragón

Después de probar suerte en agrupaciones locales, el joven Felo se las ingenió para audicionar con la famosa Orquesta de José Fajardo, en un momento casi fortuito. Su perseverancia y carisma hicieron que el director le diera una oportunidad. Aquello fue el trampolín perfecto: en 1959, se une a la Orquesta Aragón, la agrupación que definiría su carrera y con la que conquistaría los escenarios más exigentes de Cuba y el mundo.

El bailarín que rompió esquemas

Lo que hizo de Felo una leyenda no fue sólo su voz, sino su capacidad para transformar cada presentación en un espectáculo total. Su manera de deslizarse sobre el escenario —un paso que décadas más tarde se conocería como “moonwalk”— ya era marca registrada de Felo en los años 50 y 60. Hay que decirlo claro: ese movimiento ya existía antes de Michael Jackson y antes incluso de Felo, pero él fue pionero en llevarlo al corazón de la música cubana, fusionándolo con el cha-cha-chá y la charanga, convirtiendo el baile en un lenguaje universal.

Una voz y un estilo que definieron una era

Dentro de la Orquesta Aragón, Felo formó parte de un trío vocal único, capaz de alcanzar armonías y matices que pocos conjuntos han igualado. Su timbre peculiar, agudo y ágil, se fusionó a la perfección con las voces de Pepe Olmo y Rafael Lay. Pero más allá de la técnica, su interpretación y energía dieron a la orquesta un sello inconfundible.

La Aragón no solo fue la banda sonora de la Cuba festiva y popular, sino que se convirtió en embajadora cultural en más de sesenta giras internacionales, visitando América, Europa, África y Asia. Y siempre, el público caía rendido ante la combinación de música, voz y movimiento que ofrecía Felo.

El legado que cruzó fronteras

Felo Bacallao no se conformó con ser un fenómeno local. Grabó con grandes de la música latinoamericana y caribeña, participó en discos históricos y llevó el sonido charanguero hasta lugares tan lejanos como Japón, la Unión Soviética o Nigeria. Sus últimas décadas las vivió en Venezuela, donde siguió siendo homenajeado por músicos y melómanos.

Aunque falleció en Caracas en 2005, su figura sigue viva en la memoria de los cubanos de varias generaciones. La música, la alegría y la pasión por el arte que imprimió en la Orquesta Aragón siguen siendo referencia obligada cada vez que suenan los primeros compases de un buen cha-cha-chá.

Un embajador del ritmo y la alegría cubana

Felo Bacallao demostró que la grandeza no siempre lleva la etiqueta de “estrella”, pero que es imposible ocultar el brillo del talento genuino. Su legado continúa, no solo en las grabaciones y los recuerdos, sino en cada artista que busca romper moldes y dejar su propia marca.

Mucho antes de que el “moonwalk” sorprendiera al mundo en los años 80, artistas como Felo Bacallao ya lo deslizaban en los escenarios cubanos. La historia de la música y el baile nunca empieza donde crees… ¡y en Cuba, siempre hay un paso adelantado!

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