Home / José Martí / El primer amor de José Martí: la historia real de Blanca de Molina

El primer amor de José Martí: la historia real de Blanca de Molina

El primer amor de Martí

¿Quién fue el primer amor de José Martí?
Detrás del Apóstol, del poeta y del héroe, también existió un joven solitario, exiliado y vulnerable, que alguna vez amó con la fuerza irrepetible del primer amor.

Madrid, 1871: un exilio gris

Es 1871. La niebla de Madrid se cuela por las ventanas de una pensión humilde. Allí, un muchacho de 18 años, delgado y con el rostro demacrado por la enfermedad y el destierro, cuelga una bandera cubana en la pared de su cuarto. Es José Martí. Ha llegado solo, deportado por soñar con la libertad de su isla.
Sobrevive entre trabajos tipográficos y hospitales: dos operaciones testiculares lo mantienen al borde de la desesperanza. Pero Martí no se rinde. Resiste, como solo resisten los que tienen un ideal.

Zaragoza: nuevos sueños, viejas soledades

A su lado, su amigo del alma, Fermín Valdés Domínguez, le propone un cambio de aire. “Vámonos a Zaragoza, allá la vida es menos dura”.
En esa ciudad, Martí recupera la esperanza. Estudia Derecho y Filosofía; Fermín, Medicina. En solo tres años ambos se gradúan. Pero no todo es sacrificio y libros. Hay una pasión secreta: el teatro.

El teatro y el asiento maldito

En Zaragoza, los supersticiosos evitan el asiento número 13 del teatro. Pero para dos estudiantes pobres, ese banco maldito es un regalo. Cada noche, entre murmullos y luces doradas, ese asiento es suyo.
Hasta que un día, en medio de una función cualquiera, ocurre el milagro.

El flechazo de Blanca

Martí, envuelto en sus pensamientos, cruza una mirada. Ella es Blanca de Molina: española, culta, de belleza luminosa y mirada intensa. Hay algo eléctrico en ese instante, un imán invisible.
En el intermedio, Martí rompe el hielo y el destino: habla, ríe, se presenta. Fermín observa, cómplice y testigo.
Esa noche, el joven enfermo y melancólico se transforma.
Canta, sonríe, bromea. La sombra del exilio retrocede, la sangre vuelve a las mejillas, la alegría a los ojos. Por primera vez, Martí se siente vivo, pleno.
Así empieza ese primer amor: universitario, limpio, breve, casi irreal.

La felicidad fugaz

Pero la felicidad suele ser esquiva.
Los padres de Blanca nunca aprueban ese romance. Para ellos, Martí es solo un forastero, una amenaza, un joven sin futuro ni fortuna que, tarde o temprano, partirá.
Y así sucede. El deber lo llama. El exilio es implacable y la despedida, inevitable.
Martí se marcha. No hay cartas, no hay regreso. Solo queda el recuerdo.

El eco del primer amor

El tiempo pasa. Blanca se casa con un médico y tiene un hijo.
¿El nombre? José. ¿Casualidad? ¿Tributo? Solo el corazón lo sabe.

Martí jamás olvidó ese capítulo de su vida. Décadas después, lo resumiría en uno de sus Versos sencillos (poema VII: “Para Aragón, en España”), donde escribe:

“Tengo yo en mi corazón,
un lugar todo Aragón,
franco, fiero, fiel, sin saña.
Si quiere un tonto saber
por qué lo tengo, le digo:
que allí tuve un buen amigo,
que allí quise una mujer.”


En la vida de todo héroe cabe una historia pequeña, íntima y frágil: la del primer amor.
¿Aún recuerdas el tuyo? Te leo en los comentarios.

Sign Up For Daily Newsletter

Stay updated with our weekly newsletter. Subscribe now to never miss an update!

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *