¿Sabías cómo surgió el cargo de Lugarteniente General del Ejército Libertador?
La historia detrás de Antonio Maceo y la lección de grandeza que dejó a Cuba
Hay títulos que parecen hechos a la medida de los grandes. El de Lugarteniente General del Ejército Libertador de Cuba no nació por decreto, sino de un momento clave, una lección de humildad, ética y sentido de deber protagonizada nada menos que por el Titán de Bronce, Antonio Maceo.
El contexto: Oriente, 1895
Corría 1895, el año que marcó el reinicio de la guerra de independencia cubana. En Camazán, una pequeña localidad de Oriente, se reunieron los delegados de la Comisión Oriental y representantes de la asamblea constituyente. Junto a ellos, Antonio Maceo, quien ya era leyenda viva en la manigua.
Las tropas estaban cansadas pero firmes, y muchos oficiales y soldados veían en Maceo no solo a un guerrero invencible, sino al líder capaz de comandar todo el Ejército Libertador. La propuesta era clara y arriesgada: que Maceo reemplazara a Máximo Gómez como General en Jefe, y que Gómez, de origen dominicano, fuera movido al cargo de Secretario de la Guerra en el gobierno revolucionario en ciernes.
El momento decisivo
La escena debió ser tensa. Imaginen el silencio, la expectativa, los ojos puestos en Maceo esperando su respuesta. Pocos sabían que lo que estaba a punto de ocurrir definiría la ética y el honor del ejército cubano.
Maceo escuchó atentamente. Y con voz serena, firme, respondió:
—Les agradezco la confianza, pero no les permitiré hacer tal proposición. No vine a buscar gloria personal, ni a desplazar a quien ha sido maestro de todos nosotros. Máximo Gómez merece ese puesto.
Los delegados insistieron. Decían que era la voluntad de la tropa, que el pueblo lo veía como el auténtico jefe militar. Pero Maceo, aún más firme, defendió la posición de Gómez:
—El General Gómez ha sido maestro de todos nosotros. No aceptaría un puesto inferior a sus merecimientos. Su separación de la línea de combate perjudicaría gravemente a nuestra causa. En el puesto que ocupa, lo hace muy merecidamente.
Y remató con humildad:
—Yo, como cubano, tengo la obligación de pelear por la independencia de mi patria en cualquier posición militar, por muy modesta que sea. Gómez, como extranjero, no.
El silencio que siguió fue elocuente. Nadie podía rebatir la ética de Maceo.
El nacimiento de un cargo histórico
Frente a la negativa de Maceo, surgió entonces una idea intermedia:
“Si no acepta la jefatura, entonces creemos un segundo mando, una segunda jefatura del ejército que le corresponda a usted. Si por desgracia el General en Jefe falta, usted tomará el mando supremo”.
Así, en ese momento, nació oficialmente el cargo de Lugarteniente General del Ejército Libertador de Cuba, destinado a ser ocupado por Maceo, y que quedaría como figura central en la organización militar cubana durante toda la guerra.
Más que un cargo, una lección de valores
Este episodio, pocas veces contado en los manuales, es mucho más que una anécdota. Es una lección de humildad y de sentido de deber. Maceo demostró que la verdadera grandeza no está en los títulos, sino en la lealtad, el respeto por el mérito ajeno y el amor a la patria por encima de cualquier ambición personal.
No es casualidad que, después de aquel día, el ejército cubano tuvo en Maceo y Gómez la dupla más poderosa y respetada de la historia independentista.







