El origen insólito de “paragüero”
¿Alguna vez te has reído –o enojado– porque alguien manejó tan mal que alguien le gritó: “¡Oye, paragüero!”? ¿Te preguntaste de dónde sale esa palabrita tan cubana para señalar al chofer más torpe, imprudente o temerario de la vía?
Hoy te cuento el curioso origen de ese insulto tan criollo, nacido mucho antes del Lada, el Moskovich y el almendrón. Tan viejo, que hay que viajar hasta la época en que Cuba era una provincia más del Imperio Español.
Milords y taxis piratas: la Habana sobre ruedas
En aquellos años coloniales, La Habana ya era una ciudad de tránsito y bullicio. Para los más adinerados –y para los que podían pagarse un capricho– existían los milords, coches de alquiler de lujo que funcionaban como taxis oficiales. Pagaban su licencia, llevaban su número en los faroles, y su conductor iba debidamente registrado. ¡Nada que envidiarle a Uber, solo que tirado por caballos y vestido con levita!
Pero donde hay ley, también hay trampa. Y así nacieron los taxis piratas de la época: coches ilegales, sin licencia, sin número y, claro, mucho más baratos que los milords. Esos cocheros hacían lo que les venía en gana: cruzaban calles en contravía, ignoraban toda ordenanza, se metían en medio del gentío, arrollaban peatones y armaban el caos en las calles polvorientas de la ciudad.
Sin techo, pero con paraguas

¿La característica principal de estos taxis clandestinos? La mayoría no tenía techo ni capota. Para proteger a los pasajeros del sol o de los aguaceros tropicales, el cochero les daba un paraguas. Sí, así de simple: subías al “taxi”, y el chofer te entregaba tu paraguas para que te las arreglaras como pudieras.
¿Te imaginas la escena? Carruajes desbocados, saltando de esquina en esquina, el cliente aferrado a un paraguas, la lluvia cayendo a cántaros y el cochero gritando a todo pulmón mientras se colaba en cualquier hueco de la vía. Así nació el apodo: los paragüeros.
De los coches al insulto moderno
Los “paragüeros” pronto se volvieron símbolo del desorden en las calles: no respetaban reglas, no cuidaban a nadie, y su fama de temerarios quedó grabada en la memoria popular. Bastó una generación para que “paragüero” se convirtiera en sinónimo de conductor imprudente, caótico… o simplemente malo.
Y así fue como, más de un siglo después, cuando alguien se cruza en rojo, se mete por donde no debe o maneja “sin cabeza”, en Cuba y en el exilio gritamos:
¡Oye, paragüero, mira por dónde vas!
¿Te lo sabías?
Ahora, cuando escuches el término, piensa en aquellos coches sin techo, el cliente bajo la lluvia y el cochero desafiante, navegando las calles de la vieja Habana.







