¿Sabías que en los montes de Cuba, en pleno siglo XIX, hubo una mujer que fue tan temida como admirada, capaz de desafiar a la metrópoli y romper todos los esquemas sociales de su época? Su nombre cristiano era Leonor Francisca Morejón e Izquierdo, aunque la historia la recuerda simplemente como Tina Morejón, la reina de los bandidos cubanos.
Orígenes de Nobleza y Rebeldía
Nacida el 14 de febrero de 1802 en Guamuta, hoy municipio Colón, Matanzas, Tina era descendiente directa de un conquistador español y creció en el seno de una familia de noble cuna, con escudo de armas y una posición privilegiada en la sociedad criolla. Todo apuntaba a que su destino sería una vida tranquila entre lujos y costumbres de la alta sociedad… pero Tina eligió el camino menos esperado: el del bandolerismo.
Desde joven fue reconocida por su belleza, su carácter dominante y decidido, y una intensidad que la hacía destacar entre las mujeres de su tiempo. Su vida, lejos de los salones y las fiestas de la élite, se convirtió en una saga de pasiones, crímenes y romances tan legendarios como sus fechorías.
Entre Amores y Crímenes: La Capitana del Monte
La leyenda cuenta que Tina llegó a liderar una banda de trece hombres —algo inédito para una mujer en Cuba— y que vestía con porte masculino, pistola al cinto y revólver a la vista. Era el terror de hacendados y autoridades, pero también el secreto anhelo de algunos corazones valientes. Se dice que uno de sus amantes quedó prendado de ella la noche en que fue asaltado… por Tina, vestida de capitana bandolera. Amor a primera pistola.
En los años 1820 y especialmente durante el auge del bandolerismo en Matanzas y Las Villas, Tina y sus secuaces asolaban las fincas, robaban ganado, secuestraban para exigir rescates y, en ocasiones, repartían parte del botín entre los necesitados, ganándose cierta simpatía popular. En la frontera difusa entre el crimen y la rebeldía, su figura comenzó a mezclarse con la leyenda: para algunos era una delincuente, para otros una justiciera que se enfrentaba al abuso colonial.
El Caso Arencibia y la Caída de la Reina
Pero los romances y el liderazgo no la salvaron del destino. En 1843, el asesinato de Francisco Arencibia, Alguacil Mayor de Santa Clara, marcó el inicio de su desgracia. La investigación señaló como autores a José Joaquín Clavel —amante y cómplice de Tina— y a miembros de su banda. Tina intentó despistar a las autoridades, echando la culpa a una supuesta conspiración abolicionista. Sin embargo, la confesión de uno de los implicados y la persecución implacable del teniente Pedro González Abreu llevaron a la captura de la banda: doce miembros y Clavel fueron condenados a muerte por garrote vil.
Tina, acusada como cómplice, evitó la pena capital gracias a su belleza, carisma y quizás por sus conexiones e influencias. Fue sentenciada al destierro y presidio en el penal de Ceuta, en el norte de África, para cumplir una dura condena.
Leyenda, Amor y Exilio
Las versiones sobre su final son contradictorias, como suele pasar con los grandes mitos. Algunos dicen que murió lavando ropa para el ejército español en el exilio, otros que logró regresar a su pueblo natal y falleció allí a los 56 años. Pero hay quienes aseguran que logró escapar, que fue rescatada por un amante o que reapareció como jefa de bandoleros en la isla de Córcega, transformando su nombre en leyenda.
El episodio más romántico y popular narra su historia con Don Silverio, un próspero hacendado de Cienfuegos, quien quedó fascinado por Tina tras ser asaltado por su banda. Tras una cita secreta en el monte, Silverio y Tina mantuvieron una relación clandestina y apasionada. Cuando Tina fue finalmente capturada, Silverio movió cielo y tierra, dinero e influencias para salvarla. No logró evitar su deportación, pero según la leyenda, ambos habrían continuado su romance en España, e incluso hay quienes fantasean con una fuga digna de novela, lanzándose al mar y reapareciendo como forajidos en Córcega.
¿Delincuente o Mujer Libre?
Tina Morejón fue mucho más que una bandolera. Casada incluso con su primo hermano José Emeterio Morejón, capitán de las huestes españolas, y envuelta en relaciones con otros personajes polémicos como el catalán Clavel, Tina fue una mujer que desafió todas las normas, sociales y morales, de su época.
La historia oficial la presenta como criminal, pero la tradición oral la celebra como símbolo de rebeldía femenina, capaz de mandar, seducir, luchar y elegir su destino en una época que no perdonaba a las mujeres que se atrevían a vivir como hombres.
Ecos de una Reina Rebelde
Hoy, más de un siglo después, el eco de sus hazañas todavía resuena en la memoria popular. Como escribió el costumbrista Álvaro de la Iglesia en sus “Tradiciones Cubanas”, Tina Morejón amplió su territorio y su leyenda, siendo recordada como la reina de los bandidos en Cuba, décadas antes que otros famosos forajidos como Manuel García.
Su historia, mitad realidad y mitad mito, es la de una mujer indomable que eligió el camino de la libertad y la rebeldía, dejando una huella imposible de borrar en la historia cubana.





